Meses llevo que no escribo sobre algo que no sea mi trabajo, ese mundo apasionante del periodismo, y es que confieso que soy workaholic y estoy bendecida con la fortuna de poder ejercer una profesión que disfruto al máximo; pero la Navidad exige un punto y aparte, un solaz de reflexión entre la trepidante cotidianidad que nos envuelve a todos en esta urbe caótica y en este país que cada días más se prefigura como la encarnación del realismo mágico.
En una entrevista con un psiquiatra descubrí que esta es la época en que aumentan las depresiones y se disparan las estadísticas de suicidio en todo el mundo, porque diciembre nos obliga a cerrar el ciclo del año y a hacer el balance, éste que no siempre es positivo; el especialista me explicaba que depende de cada uno la percepción de esa balanza y que no debemos olvidar que los obstáculos y las caídas entrañan una nueva oportunidad. Estas palabras providenciales explican que de nuestra percepción depende nuestro ánimo y que estos tropezones nos impulsen aún más alto. En mi 2008 ha habido cosas buenas y otras no tanto, pero las adversidades que he tenido que afrontar han sido oportunidades para descubrir una dimensión menos voluble, más fuerte y más madura de mí misma.
Al Niño Jesús le pido paz, sabiduría y tranquilidad para poder abordar las situaciones por venir desde la mejor perspectiva. A ustedes, mis consecuentes lectores y lectoras, no puedo más que agradecerles el apoyo incondicional y desearles una Feliz Navidad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario