Todos los que vivimos en Caracas, esta inquietante urbe latinoamericana, nos hemos adaptado a las interminables colas, al intermitente sonido de las cornetas hasta en los fines de semana, a llegar tarde a las citas, a marcar nuestro territorios como animales y a perder la capacidad de asombro de vernos presos de la inseguridad en cualquier esquina. Hemos aprendido a disfrutar de esta ciudad insólita, amable y hostil, desarraigada de las tradiciones, donde hemos crecido volubles y efímeros como las noticias que se evaporan en transcurrir inefable de unas pocas horas, hemos evolucionado vanidosos y superficiales víctimas la moda que nos aliena y que copiamos como un impulso irracional, atados cada vez más a la tecnología como la extensión de nuestro ser.
Para los extraños, aquellos familiares diseminados en otros rincones del globo esta es una ciudad efímera y terrible, caótica y variopinta donde sería imposible hallar un equilibrio aceptable en lo emocional, donde la estridencia permea las paredes de nuestros reductos íntimos...para mi es simplemente el surrealista terruño donde he aprendido a ser, a existir, a triunfar y errar sobreviviendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario