En materia de imagen femenina los medios están dando un viraje que me complace. La revolución del photoshop ha dado paso a la sublevación de la belleza real, de la voluptuosidad sin complejos. La belleza con actitud positiva que nos hace amarnos un poco más y vernos identificadas en lo que vemos en las páginas de las revistas.
La imagen ultraretocada de Fillippa Hamilton en un anuncio para Ralph Lauren, en la que luce tan desproporcionada como una muñeca Bratz levantó una oleada de opiniones negativas y encendió de nuevo el debate sobre los límites de los artilugios digitales y el poder de la imagen para transmitir valores y cánones de lo que la estética debe ser. La movida de la casa de moda fue absurda e inesperada: la modelo en cuestión, la más inocente en este caso, fue despedida por "obesa".
La foto de Lizzie Miller en la página 194 de la Revisa Glamour (edición de Estados Unidos) ha llamado la atención del planeta entero por la confianza y la seguridad que comunica mostrándose tal cual es, con su abdomen prominente y las estrías de sus dos embarazos. Se trata de una mujer común, madre, esposa y amiga, que ama el softball y la danza árabe, y que tiene esa belleza genuina que todas las mujeres poseemos, esa que intentamos negar preocupándonos por aquello que (creemos) nos falta o nos sobra. Esta movida inteligente dio lugar a un editorial con las modelos "plus" quienes demostraron que para ser exitosas no hay que ser talla cero.
Mientras tanto, en nuestro país es transmitida una cuña de un reconocido cereal que promete que al comerlo podrás salir por la ciudad en bikini "luciendo tan bien" como las delgadísimas modelos que lo protagonizan; signo que nos queda un largo camino por recorrer.