Este primer mes de la década transcurrió sin frenos, como el carrito de una montaña rusa que cae por la fuerza de la gravedad. He estado trabajando a un ritmo tan trepidante que da vértigo y he tenido asignaciones tan variopintas que me han llevado a entrevistar a un sacerdote y un economista además de los galenos y profesionales de la belleza que me son habituales, una de mis publicaciones bimestrales pasó a ser mensual, al portafolio actual se me sumaron dos revistas más y vuelvo con mi columna En Femenino, lejos de sentirme cansada es un alivio mantenerme ocupada en esta profesión que amo con pasión. Todo el contenido que he producido en este mes será publicado en las revistas poco a poco, así que no se aparten de mi blog profesional para enterarse.
Por otra parte he descubierto que puedo añadir versatilidad a la temática de las fuentes que más disfruto, y tengo la suerte de poder alternar los asuntos más complejos de salud con temas más ligeros, aunque no es un secreto que me gustan los retos y me atrae poder hacer llevar a todos los asuntos de mayor complejidad científica.
En este marasmo de estrés positivo me he detenido a agradecer a Dios tantas cosas que he recibido, tanta gente hermosa que me lee, la retroalimentación que me hace sentir viva y útil cuando algún lector anónimo me escribe haciéndome saber que, a través del oficio bendito de informar, he hecho una pequeña diferencia en su vida; no hay duda que esa es la mayor recompensa.
Emocionalmente estoy muy tranquila, serena, feliz...las heridas han cerrado por completo, no siento odio ni rencor hacia nadie, tampoco me culpo por las decisiones que he tomado, la vida me sonríe, me amo incondicionalmente y he aprendido acerca de aquellas cosas que no puedo - ni debo- tolerar.